Vivimos
insertos en una sociedad manicomial, excluyente y opresora, que margina a todo
aquel que no sea funcional a sus lógicas mercantilistas. La brutal represión
que se llevó a cabo el pasado 26 de abril en el Hospital Borda, a manos del
Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y con la complicidad del Gobierno
Nacional, no es un hecho aislado o casual, sino que es una de las tantas
materializaciones de ello. En efecto, otro tipo de represión, que responde a
las mismas lógicas, se lleva a cabo día a día en los muchos neuropsiquiátricos
que existen a lo largo y ancho del país aunque nada se dice de ello en los
medios. Desde el Equipo Interdisciplinario y
Autoconvocado de la Sala
G del Manicomio de Melchor Romero creemos que este tipo de
hechos no pueden ser naturalizados y así invisivilizados.
En las
sociedades actuales está instalada la
idea y la práctica de que lo distinto a lo hegemónico debe ser homogeneizado, y
de no ser esto posible, rechazado, reprimido y recluido (lógica de base del
sistema capitalista y manicomial). Sociedades, asimismo, en donde la
naturalización del sufrimiento es la ley primera. Esto tiene graves
consecuencias, ya que no sólo lo que pareciera estar bien se acepta y
reproduce, sino que hasta lo más atroz termina invisibilizándose y
naturalizándose en el cotidiano. Cuán normal es la escena del niño en la calle,
descalzo, al que se le nota el hambre, y cuán normal es la escena de la persona
que pasa a su lado y parece no verlo. Pero hay otro tipo de invisibilización,
concreta, material, planificada y sostenida por el conjunto de la sociedad y el
Estado en su totalidad, hablamos de un tipo de institución de encierro: el
manicomio.
Históricamente, locura y peligrosidad (entre otros mitos y
prejuicios) han sido sostenidos como conceptos asociados, una relación construida
no azarosa sino estratégicamente. Desde el discurso imperante se entiende al asilo psiquiátrico como una
institución terapéutica que apunta a la curación y de ser posible, su reinserción
en la sociedad. Ahora bien, el “loco” es en algún punto una denuncia, una
persona que hace visible una problemática que el conjunto social no puede o no
quiere contener. Son aquellos que no
tienen espacio en la dichosa cultura de normalidad. Normalidad que no integra
las diferencias sino que las aparta, en este caso con la excusa de cuidar y
asistirlo en necesidades que no le pertenecen.
Lejos de lo que dice ser, el tratamiento
propuesto casi de manera exclusiva es el encierro y la incorrecta medicación de
la persona. Es así que además del sufrimiento que por sí mismo genera el
encierro, nos encontramos con personas que lejos de ser tratadas como tales se
vuelven objetos etiquetados y clasificados, despojados de su historia y su
identidad, es decir, apartados de sus afectos, su comunidad, sus pertenencias,
sus intereses, sus proyecciones. Una forma efectiva de borrar toda subjetividad
previa y generar a partir de ello una nueva subjetividad homologada, es decir
igual para todos. Una institución para
personas más bien pobres que locas.
Crónica de la represión dentro de la institución represora
Desde Enero de este año, gracias a una medida
cautelar, la Justicia porteña ordenaba mantener abiertos los talleres que
habían sido cerrados por el Gobierno porteño para comenzar a construir el
Centro Cívico. Pero la
ley fue una vez más letra muerta. La bronca y la indignación, pero principalmente el sentimiento
compartido de unión, fue haciendo que la gente comenzara a llegar al lugar para
defender ese espacio público. Diversas organizaciones sociales, periodistas,
legisladores y diputados, pero también vecinos, se pusieron en pie.
La efervescencia e intensidad del momento junto a la
provocación de las fuerzas de in-“seguridad” desató la tormenta. Comenzaron los
forcejeos entre ambas partes y todo terminó, como termina cada vez que gente
armada se enfrenta a gente desarmada, con violenta represión, decenas de
detenidos y heridos de gravedad. No sorprende a esta altura enterarnos que la
policía, que responde a los diversos gobiernos, persigue y reprime. Pero esta
vez hubo una particularidad, lo hizo dentro de un hospital público, donde tanto
los trabajadores como las personas internadas fueron violentadas. No hace falta
aclarar la gravedad de la situación. Sí hace falta impedir que se naturalice y
luego olvide.
Ese mismo fin de semana, para frenar el avance de la
maquinaria destructora y producto de la organización y el trabajo, se llevaron
a cabo en el predio del hospital jornadas de debate y actividades artísticas,
de las cuales participaron cientos de personas. Fue la necesidad de repudiar
masiva y públicamente lo ocurrido, lo que condujo a movilizarse el martes 30 de
Abril hacia la Legislatura porteña con las consignas:
- No al Centro Cívico, derogación del acuerdo PRO-K[i]
- Mantenimiento del uso en Salud de los terrenos del hospital, cumplimiento de las leyes 448 de CABA y 26.657 de Nación.
- Juicio político a los responsables de la represión del día viernes: Chaín (ministro de Desarrollo Urbano porteño), Montenegro (ministro de Justicia y Seguridad porteño) y Macri.
- Mantenimiento del uso en Salud de los terrenos del hospital, cumplimiento de las leyes 448 de CABA y 26.657 de Nación.
- Juicio político a los responsables de la represión del día viernes: Chaín (ministro de Desarrollo Urbano porteño), Montenegro (ministro de Justicia y Seguridad porteño) y Macri.
A partir
de la lucha constante de los diversos colectivos, finalmente se consiguió que
se aprobara el 13 de mayo, un proyecto de ley en donde queda claramente
establecido que el destino de los predios en donde se encuentran los Hospitales
Borda, Moyano, Tobar García, Rawson y los Talleres Protegidos de Rehabilitación
en Salud Mental, deben ser para el uso de salud pública. Asimismo, se prohíbe la
realización de obras del denominado Centro Cívico, Distrito Gubernamental y/o
toda otra obra que no cumpla con lo establecido anteriormente. Pero la problemática
no se termina ahí, el gobierno porteño no ha dado un paso atrás en su idea de
desmantelar el sistema de salud pública en pos de potenciar diversos negociados
y emprendimientos privatistas.
Organización y lucha: la desmanicomialización
Ahora bien, la respuesta del pueblo no se gestó
aquel 26 de Abril, tampoco la organización y la lucha. A mediados del siglo
pasado se comenzaron a producir, en diversos puntos del mundo, formas distintas
de entender la locura y el modo de abordarla. Al movimiento que cuestiona los
fundamentos y efectividad del manicomio se lo conoce como desmanicomialización.[ii]
Retomando la cuestión de la represión dentro del Borda nos
parece oportuno traer algunas palabras de los compañeros del Frente de Artistas
del Borda (Colectivo de Arte y Desmanicomialización):
DESMANICOMIALIZAR:
NO es el cierre del Hospital Público
NO es dejar a los internos en la calle
NO es dejar a los trabajadores de la salud sin sus puestos de trabajo
NO es privatizar la atención de la salud pública
NO es sobre medicación
NO es encierro
NO es segregación
NO es violencia física, psíquica y química
NO es depósito de las personas
NO es abandono ni desamparo
NO es judicialización de la internación
DESMANICOMIALIZAR:
ES la atención digna de la salud mental
ES transformar el vínculo entre profesional y paciente
ES internación corta en Hospitales Generales o Centros de Salud Mental
ES atención ambulatoria, domiciliaria: el profesional va hacia el paciente y/o el paciente va hacia el profesional
ES recuperar los lazos familiares y sociales de los pacientes
ES garantizar la vivienda (propia y/o familiar; o a través de hogares sustitutos, casas de medio camino, etc.)
ES garantizar el trabajo de los pacientes
ES una mejor utilización y distribución de los recursos económicos
ES brindar más información, apoyo y contención a las familias
ES convertir al “manicomio” en un Hospital General con un área de Salud Mental
ES la búsqueda de nuevas alternativas de tratamiento
A pesar de que hoy en día,
en la Argentina, existe una Ley Nacional de Salud Mental (Ley Nº 26.657) que a
tres años de su sanción se encuentra sin reglamentar, las prácticas y paradigmas
históricamente hegemónicas en este campo siguen vigentes, desde la estructura,
acciones, sujetos y mentalidades.
Acorde a lo que esta ley indica, los
sujetos internados en las instituciones anteriormente mencionadas deben ser
entendidos como personas a las cuales se les reconocen derechos y obligaciones.
Uno de sus principales derechos es el de “recibir tratamiento y a ser tratado
con la alternativa terapéutica más conveniente, que menos restrinja sus
derechos y libertades, promoviendo la integración familiar, laboral y
comunitaria.”[iii]
Este
trabajo se inició hacia fines del año 2010, con un pequeño grupo de estudiantes
y profesionales que comenzaron realizando diversas actividades. Con el paso del
tiempo el grupo fue creciendo, complejizando y
formalizando. Nuevas modalidades de trabajo y organización se
construyeron. Creemos que esta
construcción debe darse de manera horizontal, colectiva y siempre respetando la
pluralidad de voces. Es así que
actualmente el grupo está compuesto por diversos actores, desde profesionales y
estudiantes de psicología, psiquiatría, trabajo social, comunicación social y el
arte en sus diversas expresiones. Nos resulta importante aclarar que la mayor
parte se encuentra trabajando de manera ad honorem, siendo muy pocos los que
perciben un salario.
Los actores mencionados formamos parte de un dispositivo en el cual se
concibe a las personas internadas en la sala como sujetos de derecho, deseantes
y productores, mirada que apuesta al resurgimiento de la posibilidad de querer,
sentir, opinar, decidir, y vivir autónomamente. Esta multiplicidad de actores
involucrados en el trabajo concreto en la sala responde al modo en el que entendemos
la salud. Creemos que, al contrario de
como se sostiene tradicionalmente, la salud y la enfermedad no son estados
contrapuestos y estancos, sino que forman parte de un proceso dinámico,
complejo y colectivo. Hablamos de proceso dinámico porque consiste en una
construcción permanente, un movimiento continúo. A su vez al decir que es
complejo reconocemos que no es competencia exclusiva de la medicina o la
psicología, sino de toda rama que trabaje integralmente en relación al ser
humano.
Hablar de
un trabajo integral lleva a no caer en el histórico dualismo cuerpo-mente, por
lo que la salud mental no sería distinta o estaría separada de la salud en
términos generales. Es
decir, no es posible hablar de salud desde una única perspectiva. Se deben
emplear diversas estrategias y herramientas, tratando de hallar las más
convenientes para cada caso, según las necesidades y circunstancias de cada
persona. Actividades tanto artísticas, como lúdicas, corporales, de debate, etc.,
deben poseer total validez y reconocimiento en la construcción de la salud. Por
último, frente al encierro y el aislamiento al que lleva todo sistema
manicomial, el trabajo colectivo, es una buena manera de construir formas más
saludables de relacionarnos.
Es
entonces que, frente a la violencia de este sistema, creemos en y desarrollamos una
forma de trabajo en salud no como alternativa, sino como sustitutiva y
superadora del modelo actual.
Nos
despedimos con una invitación a la reflexión, con una frase de un compañero
internado en el manicomio: “Al final, todos tenemos un poco de locos”.
Facebook: Sala
G Artecomunicaciónysalud
[i] Mientras que
mediáticamente el FPV y el PRO se presentan como enemigos acérrimos, puertas
adentro los pactos entre estos dos partidos son moneda corriente. El 2 de noviembre de 2012, aprobaron conjuntamente la venta en
subasta pública del Edificio del Plata en US$ 80 millones, lo necesario para
financiar la construcción del Centro Cívico. Se aprobó en 6 minutos con 40
votos a favor y 3 en contra, lo que demuestra un claro acuerdo previo.
[ii] Las
experiencias más significativas han sido las de Italia hacia 1978, con la Ley
180 -ley nacional que prohíbe los hospitales psiquiátricos- y en Argentina las
experiencias de las provincias de San Luis y Río Negro.
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