“El
trabajo, la labor, es una necesidad psicológica; la necesidad de gastar la
energía física acumulada; una necesidad que es en sí la salud y la vida. Si
tantas clases de trabajo útil son hechas ahora de mala gana, es únicamente
porque imponen un exceso de trabajo o no están bien organizadas.”
La frase
con la cual abrimos este racconto sobre lo que fue el 1º de mayo de 1886,
corresponde a Piotr Kropotkin (1842 – 1921), ruso, geógrafo y anarquista
revolucionario. Éste hombre desarrolló extensas elaboraciones científicas,
siendo principalmente Siberia y toda Rusia el ámbito en el cual se desempeñó y
en donde dejó de lado su objeto de estudio primario, mucho más ligado a conocer
la estructura geográfica de la región, para darle un lugar primordial al
estudio de las condiciones en las que se encontraba el campesinado.
A partir
de 1870 comenzó a formular los primeros postulados del anarco-comunismo,
dándole una suprema importancia al valor de la vida de la clase obrera, la cual
se encontraba en una situación de explotación alarmante, legitimada por el
actuar de los patrones. El pensamiento con el que se inicia esta nota, un poco
sintetiza el pensar de Kropotkin. Él no batalló por la abolición del trabajo.
Jamás tuvo esas intenciones, pero sí siempre fue consciente de que el trabajo debía
estar supeditado a la vida y no viceversa.
Por eso,
traemos a colación brevemente su pensamiento. Porque contemporáneo a la obra
del anarquista ruso, en la primavera boreal de mayo de 1886 en Chicago, se
producía uno de los primeros atentados contra la clase obrera organizada. Y es necesario pensar,
que hace casi 130 años, cuando la comunicación era tan difícil y la
globalización no era ni siquiera imaginada, que tanto en Rusia como en Estados
Unidos, unos con la teoría y otros con la praxis, decidieron levantarse contra
el opresor, reivindicando sus derechos y la lucha por la libertad.
Repensando
el 1º de Mayo
La
huelga iniciada en aquella recordada fecha, fue motorizada en su mayoría, por
trabajadores inmigrantes europeos, quienes traían consigo las mejores
enseñanzas del anarquismo. Las condiciones de trabajo y vivienda extremadamente
precarias eran parte del paisaje
cotidiano.
El
marco de la huelga, fue la consolidación de la jornada de ocho horas laborales.
Ésta reivindicación, en un primer momento, no había sido considerada por los
anarquistas, quienes creían que era una simple concesión que darían los
capitalistas para desviar a los obreros de la lucha por la Revolución.
En
1884, la Federación de Sindicatos y Organizaciones Gremiales de Estados Unidos
y Canadá, había puesto a los empresarios el comienzo del año 1886, como plazo
máximo para adecuarse a las 8 horas. Es por eso que a principios de ese año,
cuando las instancias se iban poniendo cada vez más tensas, los militantes
decidieron embanderarse en esa lucha, cargándola con todas las ideas que ellos
llevaban adelante.
Ese
histórico 1º de mayo de 1886, fue la fecha en la cual los trabajadores
decidieron que no iban a aguantar más que se dilate su legítimo reclamo. Más de
300 mil obreros pararon las fábricas. La situación pacífica en Chicago, cuna
del industrialismo estadounidense, se acabó el 3 de mayo, cuando 8 mil trabajadores
se reunieron en la puerta de la fábrica Mac Cormick, para demostrarles a los
carneros - siempre tan serviles a la oligarquía – que la unión de los de abajo
era mucho más fuerte y que no iban a darse tan fácil por vencidos.
El
enfrentamiento contra los agentes privados de Pinkerton, arrojó un trágico
saldo de 6 muertos y 50 heridos, todos ellos obreros. La respuesta fue un
encuentro al día siguiente en la Plaza
Haymarket , dónde en medio de notables oradores, la policía
dio la orden de desalojar provocando una masacre de la cual hoy en día no se
sabe con exactitud el número de muertos.
Luego
de ésta trágica situación, se declaró el estado de sitio en Chicago y se
decidió juzgar a los organizadores del acto que, luego de un procedimiento fraudulento y
arbitrario, finalizó con la condena a prisión de tres de los líderes
anarquistas y otros cinco a la horca. Entre
ellos se encontraba Spies que segundos antes de ser asesinado deja su último
mensaje: “Tiempo llegará en que nuestro
silencio será más poderoso que las voces que vosotros estranguláis"
Pero
la sangre que se derramó no fue en vano, los mártires de Chicago siguen siendo
el ejemplo de lucha para toda la clase obrera. Fue un ejemplo inclaudicable,
que hace recordar que siempre hay que seguir adelante y no conformarse con las concesiones que los patrones
otorgan.
El triunfo de la
jornada de 8 horas ¿Y ahora como sigue?
Es
innegable el valor histórico que ha tenido el triunfo de las 8 horas, ya que
hoy en día, una gran parte de la masa trabajadora, vende su fuerza de trabajo
“sólo” 48 horas a la semana. Ahora bien, ¿son solamente ocho las horas que
destinan hombres y mujeres para el trabajo remunerado? ¿Qué hay del tiempo de
traslado hasta el lugar donde desarrollan su oficio? ¿Está actualizado el
cálculo por el cual surgen las ocho horas?
De
las veinticuatro horas del día, el hombre y la mujer, disponen de ocho horas
para el trabajo asalariado, ocho horas de ocio, y ocho horas para el descanso.
Este cálculo, se vuelve completamente anacrónico cuando lo llevamos a los casos
concretos. Basta salir a la calle, y observar al transporte público encargado
de trasladar a los trabajadores; y ver lo abarrotado que se encuentra, con
demoras constantes que hacen perder tiempo de su vida a los que lo utilizan.
Basta tener en cuenta el número de trabajadores precarizados (cerca de un 40%
del total de asalariados) para ver que las ocho horas no se cumplen.
Es
por eso es que se plantea necesariamente, encarar al trabajo desde otra visión,
empezando por el respeto a los logros obtenidos en tantos años de lucha. Frente
a este escenario, resulta de suma importancia rever y comprender el concepto
explicado al inicio por Kropotkin: Ver al trabajo como una necesidad biológica,
siempre que esté bien organizado. Que el trabajo sea para vivir. Y que ese
vivir, sea digno.
Sumak Kawsay
Retomando
la idea de vivir dignamente, hallamos en los pueblos originarios de América, el
concepto del “buen vivir” (sumak kawsay en
quechua). Esta cosmovisión, se propone como superadora del actual “vivir
mejor”, concepto netamente económico y capitalista en los cual el ideal de
felicidad solo va de la mano del aumento del nivel de riqueza. Tal es así, que
el desarrollo de los países se mide con el crecimiento del Producto Bruto
Interno, dejando afuera todo otro factor. Claro está que para “vivir mejor”,
millones de personar a lo largo de la historia, han tenido que vivir peor.
El
buen vivir promueve la integración del hombre con la naturaleza, buscando que
solamente consuma lo necesario, sin necesidad de un derroche despiadado. Los
pueblos originarios, imaginaron que de esta manera nunca habría escasez.
Algo
que puede resultar tan difícil de ver materializado en el mundo en cual
vivimos, ha tenido recepción legislativa en las Reformas Constitucionales de Ecuador
y Bolivia en los años 2008 y 2009 respectivamente.[1]
A
partir de entonces, las reglas del buen vivir están presentes en la concepción
del trabajo de la Constitución Ecuatoriana. De esta manera, queda en el pueblo,
como garante de la misma, obligar al Estado a que las cumpla. Artículo 33:
El trabajo es un
derecho y un deber social, y un derecho económico, fuente de realización
personal y base de la economía. El Estado garantizará a las personas trabajadoras
el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones
justas y el desempeño de un trabajo saludable y libremente escogido o aceptado.
Para
finalizar, resulta de gran importancia este “nuevo” concepto. En primer lugar, en
el terreno de lo simbólico, debido al origen de su nombre: Los que fueron
marginados por conquistadores y criollos, aportan ahora desde su visión del
mundo, palabras que pretenden colaborar con la solución de los problemas
creados por aquellos. Y en segundo lugar, porque señalan dónde han podido estar
los errores del llamado desarrollo. El hecho de que hayan encontrado su camino
para lograr aparecer en estas dos constituciones, puede ser una ocasión más
para repensar el desarrollo desde la periferia, y no sólo desde el centro,
desde los marginados de la periferia, y no sólo desde sus élites. El resultado
es más que prometedor.
Por Pablo Frías y Nacho Saffarano
[1] Llevando el caso
concreto a Ecuador, todo el Capítulo II sobre Derechos; está enmarcado en las
“Reglas Del Buen Vivir”, donde se desprenden apartados sobre Agua y
Alimentación, Medio Ambiente, Salud, Educación, Trabajo y Seguridad Social,
entre otros.
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