“No tenemos nada; perdimos todo”. Así,
entre lágrimas, un vecino del barrio platense de Altos de San Lorenzo (calle 90
y 117) comentaba cómo habían perdido todo por el temporal que azotó a La Plata
el pasado martes 2 de abril por la tarde.
Las historias se repiten y desde Otro
Viento cambiaríamos esa expresión de un vecino por: “nos hicieron
perder todo”. Así como en la vida no hay lugar para las casualidades, en esta
oportunidad tampoco las hay. Todos somos culpables de no hacer las cosas necesarias
o recién tomar conciencia de la necesidad de nuevas obras urbanas cuando la
tragedia nos penetra por la retina. Pero, ¿acaso la responsabilidad política y
social no es de los funcionarios a cargo?
El propio intendente platense, Pablo
Bruera, es tan responsable como cada uno de sus caballitos de batalla que han
decidido no escuchar las ofertas de mejoras estructurales de la Universidad
Nacional de La Plata, en un Gran La Plata que se podía ver enmarañado en esta
situación. Como si esto no fuera cuestionable, su equipo de prensa -esos
equipos que consumen más recursos que el propio sector de Desarrollo Social-
cometió la torpeza de mentir vía Twitter y radio, sobre la presencia del Jefe
municipal en la ciudad luego del diluvio.
Si al menos le quedaba algo de dignidad a
los afectados, estos señores de traje
oscuro y custodia elegante, lograron robarle lo último que les quedaba a flor
de piel a los inundados, que más que inundados se convirtieron en olvidados, de
un sistema corrupto, accionista del momento histórico y no de la causa que
pregonan sus discursos.
Es necesario realizar un nuevo Código de
Ordenamiento Urbano para el Gran La Plata y nuevos canales y afluentes que
permitan darle menos posibilidades de destrucción al trastornado clima platense,
como el tan pedido canal de Maldonado sobre la proyección de la nueva Autovía 6
entre los barrios de Villa Progreso, El Carmen y Villa Elvira. De la misma
manera, también es necesario reclamar por los responsables del silencio,
culpables de las políticas con miras al capitalismo arquitectónico y olvido de
las masas populares de la periferia platense.
Pero como siempre sucede en las tragedias a
grandes escalas, los más humildes son los que conservan las esperanzas. Esa
fortaleza que solo son capaces de percibir y experimentar aquellas personas que
lo han perdido todo, que han sentido en carne propia lo que es no tener nada,
más que el corazón latiendo y el abrazo de algún familiar o un desconocido.
“No somos cualquier cosa, somos seres
humanos”, relataba otro vecino, luego de que uno de los camiones que llevaron
mercadería pasara repartiendo bolsas de pan, que en ese caso se tiraban al
pasar. Lo mismo ocurría cuando la gente se acercaba a algunas zonas a ayudar.
Los tan reconocidos punteros políticos y las agrupaciones políticas con órdenes
oficialistas se encargaban de hacer esperar a la gente, y acumular donaciones
para sus amigos y decidir a quienes se les entregaba comida y a quienes no.
Más allá de esto, no todas las
distribuciones de alimentos, ropa y artículos de limpieza sucedían de esta
manera. Muchos vecinos, con sus autos particulares no solo visitaron las zonas
más afectadas para abastecer a los más necesitados, sino también para charlar y
brindar una contención social y humana, acaso una de las asistencias más
importantes a largo plazo.
Por eso, desde Otro Viento organizamos una
colecta desde el pasado miércoles en el Centro Unido de Tandil (CUT), a la que
después se sumaron otras agrupaciones, vecinos, estudiantes y voluntarios en
general. Otro Viento salió a la calle con una impronta solidaria y política,
como nos caracterizan nuestras publicaciones. Por eso no compartimos la idea de
que los medios de comunicación son meros informadores de lo que está pasando en
el mundo. Creemos en un medio de comunicación que deje una huella personal en
cada lector y en cada ciudadano que se acerque.
Bolsas de ropa, frazadas, colchones, agua,
lavandina y otros artículos de limpieza no dejaron de entrar y salir del CUT
durante la mañana, tarde y noche. Por eso nos atrevemos a hablar y criticar,
porque estuvimos con la gente, con el pueblo en su máxima expresión, con los
que necesitaban y con los que tenían para dar. La realización de ollas
populares también fue otra metodología de intervención en los barrios para
poder involucrarnos con los afectados por el temporal. Caminamos, observamos,
nos equivocamos, aprendimos, nos organizamos solidariamente y pusimos nuestro
grano de arena.
Aunque cueste creerlo, en muchos casos la
realidad se alejó de la desesperación violenta de la que han hablado muchos
medios de comunicación. No se puede apuntar contra los saqueos como una
sociedad violenta, cuando los que apuntan están sentados como si nada pasara. En
algunos casos, se pudo evidenciar cómo los vecinos ofrecían probarse la ropa y
en caso que no les anduviera la devolverían para facilitársela a otro
ciudadano. El acto de solidaridad más crudo, sin dudas fue aquel que prestaron
los que no tenían nada. Los olvidados -incluso antes del temporal, aunque ningún
medio de comunicación lo diga- que necesitan ser recordados.
“Ya tenemos comida y dos colchones para
seis personas; ahora necesitamos, si pueden conseguir, pantalones largos y
pañales para los nenes”. Con esa crudeza, una madre de cinco niños solicitaba
cuáles eran las necesidades más próximas para facilitar la distribución de
quienes ayudaron. De igual manera, otros vecinos explicaban que más allá de que
algunos camiones van seleccionados para gente determinada y se olvidan de
ellos, “los vecinos sabemos que a todos nos falta lo mismo, por eso compartimos
lo que podemos”.
La reconstrucción de La Plata recién
comienza, pero al menos la esperanza no está perdida. Ni los punteros
políticos, ni el tan
mencionado y buscado intendente Pablo Bruera, nadie… Nadie podrá callar las voces de los
olvidados. Porque viven entre nosotros, porque aunque algunos no lo quieran son parte fundamental del motor de nuestro país y porque más que nunca, necesitan la ayuda de
un pueblo cansado del dolor sin responsables.
“Solo el pueblo ayuda al pueblo”
Otro Viento
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