En 1821 en la provincia de Buenos Aires se
designa gobernador a Martín Rodríguez, aunque fue una mera formalidad, ya que
este delegó el desarrollo de la política al entonces Ministro de Gobierno y
Relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia. Un idealizador de la sociedad
europea, empapado de las políticas económicas de corte liberal, que buscó
convertir las ciudades rioplatenses en pequeñas “París”.
Una de las medidas que tomó fue gestionar
un préstamo con la empresa británica Baring Brothers, que se termina por
convertir en la primera deuda externa. Dicho empréstito se concedió en 1824,
constaba de 1.000.000 de libras esterlinas y tenía como fines crear pueblos en
las fronteras con los nativos y distintas obras públicas en la ciudad, entre
las que se destacaba la creación de la infraestructura portuaria para fomentar
la política librecambista. Es decir que de los anhelos de un país libre e
independiente, se pasó en un abrir y cerrar de ojos al comienzo de la perdida
de la soberanía nacional.
La casa prestamista respondía a los
intereses del Imperio Británico, que buscaba extender su hegemonía política por
distintas partes del mundo, y en Argentina como en otros países de
Latinoamérica, consiguió aliados. Las condiciones de los préstamos
imperialistas nunca favorecieron a los gobiernos locales, sin dudas sus fines
eran la dominación política.
El dato más contundente de este empréstito
es que solo llegaron al gobierno 552.700 libras , la mayoría en letras de cambio
de casas comerciales en manos de ingleses o grandes comerciantes criollos. Lo
que deja entrever que los objetivos fueron un gran disfraz para tapar meros
intereses de la clase comercial dominante que solo buscó incrementar sus
privilegios. Los mismos perjudicaron no solo a la provincia, sino a “la nación” ya que se tomo como un préstamo
nacional.
Se pagaron los platos rotos donde
comieron unos pocos, y ni siquiera dejaron las sobras. Las obras para las que se contrajo no fueron realizadas y el
dinero se terminó de gastar en armas compradas a Inglaterra para la guerra con
Brasil. El empréstito se terminó de pagar en 1904 -82 años después de que se
contrajo- y se canceló con una suma mucho mayor de los que fue el valor nominal
del empréstito.
Recopilando el pensamiento de algunos
intelectuales respecto a esta cuestión, aparece Bartolomé Mitre, considerado
como el creador de la historia oficial, lo menciona a Rivadavia como “el más
grande hombre civil de los argentinos”. El autor escribe varias décadas después
del préstamo, que todavía estaba vigente y la suma a pagar se había
multiplicado bastante. Historiadores de corriente liberal, como Ernesto
Fitte, remarcan la necesidad del
empréstito como “el precio de la libertad” que tuvo que pagar para el
reconocimiento de la
Independencia , lo que es un poco contradictorio, incluso si
se tienen en cuenta las palabras de uno de los propulsores del préstamo, Martín
García: “No podemos malquistarnos con Inglaterra pues le debemos mucho y si
rompemos relaciones pueden exigirnos el pago”, lo que rectifica el carácter
dominador en términos políticos del préstamo. Por su parte Raúl Scalabrini
Ortiz, de la tendencia revisionista, señala que el empréstito fue parte de una
operación financiera mucho más vasta llevada a cabo por los británicos en toda
América Latina, lo que también señala Marx en El Capital: “Convertir a todos
los demás países en simples pueblos de agricultores, reservándose ella el papel
fabricante”.
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