lunes, 25 de febrero de 2013

Cuando prohibir es un negocio











Se suele situar en Estados Unidos el inicio de la prohibición o al menos se asegura que ellos fueron los que extendieron su política prohibicionista al resto del mundo. Precisamente las bondades y diversos usso de ésta, ya mentadas, eran las que más incomodaban a las grandes corporaciones que estaban monetizando frenéticamente mercados.



Entre los más importantes interesados y de los que más influyeron en la prohibición fue el imperio DuPont, actualmente una de las mayores corporaciones del mundo, que en la época de 1920-40 estaba consolidándose en la negocio de petroquímicos y polímeros. Para ambas ramas de su industria, la cannabis era un problema, de ella podían derivarse tanto fibras naturales que redujeran el consumo de nylon (producto fundamental de DuPont) como de combustible vegetal que amenazaba su apuesta por los hidrocarburos. Se debía eliminar la presencia del cannabis. Junto con Estados Unidos, a nivel internacional, fue decisiva la intervención de Inglaterra en 1925 en la Convención Internacional del Opio, cuando estableció como condición para adherirse, el control internacional del cannabis.
Pocos años más tarde siendo secretario del Tesoro Nacional y uno de los principales inversionistas de la industria DuPont, Andrew Mellon, influyó para que su sobrino Harry J. Anslinger, uno de las figuras más oscuras de la guerra contra las drogas, y gran responsable de la manera actual de tratar con las drogas y sus usuarios, fuera nombrado en 1930 como el Jefe del Departamento Control de Narcóticos. Es aquí, cuando comienza la guerra.
En la historia de la prohibición de las drogas, hay factores que se repiten indefectiblemente, uno de ellos es asociar el uso de una sustancia en relación al comportamiento de determinadas minorías, generalmente producto de la intolerancia sociocultural de las comunidades. Esta vez, les toco a los inmigrantes mexicanos, asiduos fumadores de cannabis.
La llegada de los mexicanos a U.S.A como mano de obra barata, había sido relativamente bienvenida, pero luego de la crisis del ‘30, se convirtieron en una competencia temida por la clase obrera estadounidense. Y… ¿Qué mejor que asociar a una minoría social temida y poco integrada, con el consumo de una droga que lleva a la violencia, a realizar robos, asesinatos, violaciones y otros crímenes?
Es en este momento en el que toma preponderancia otro sector industrial, el papelero. La Hearst Company controlaba buena parte de la producción de papel e incluso era el principal proveedor de la multinacional Kimberly Clark. Además de ser una amenaza para su industria, la cannabis podría servir como alternativa a la deforestación causada por la industria del papel, ya que estas plantas crecen rápidamente y se cortan cada año como otro cultivo agrario, obteniéndose un gran tonelaje anual de celulosa, fibras y aceites al mismo tiempo, sin tener que cortar árboles, logrando un mayor impacto ecológico y un lento crecimiento. Una hectárea de cannabis puede producir el cuádruple de material que una de árboles. “Dejar de talar” para “empezar a cultivar”, podría ser una buena decisión, pero esto claramente a William Hearst no le importó. Este magnate no se resignó; la base de su poder económico era el papel, pero la base de su poder político, era la prensa.
Junto con la siempre oscura industria farmacéutica no tardo en aliarse a este conglomerado de corporaciones con el claro objetivo de hacer desaparecer la famosa especie, más allá de la comprobación de las propiedades medicinales de la planta. Se han confirmados múltiples beneficios medicinales, entre ellos combate el glaucoma, el asma, ayuda a prevenir el alzheimer, reduce el dolor premenstrual en las mujeres, entre otras curaciones.
A partir de todo lo analizado por estos sectores industriales se instauró una de las mayores embestidas de manipulación mediática de la historia. Decenas de diarios -Hearst puso a disposición su ejército de periódicos- se enfocaron en inventar, destacar y expandir los horrores y dolencias irreparables que el consumo que la marihuana producía en sus consumidores, relacionándola con efectos de tipo violentos y contraproducentes para el individuo.
El efecto de toda esta manipulación mediática que cubre una enorme cantidad de intereses económicos tuvo sus frutos. La marihuana finalmente se declaró ilegal y su consumo, venta y distribución contienen pena privativa de libertad en la mayoría de los países del globo. Como si fuera poco, se ha sumado a toda esta enmarañada mezcla de personajes e intereses, un nuevo tema a tratar: La enorme cantidad de dinero producida por el narcotráfico.

Entonces, reflexionando… ¿Tiene realmente un mayor peso el supuesto efecto nocivo que esta planta provoca al fumarla que todos las consecuencias mencionadas? Ante tantos interrogantes, todas las respuestas indefectiblemente llevan a un solo lugar, a pensar que la prohibición no es una buena respuesta…
El hecho de que la marihuana y otros derivados de ella quedasen incluidos en la actual prohibición globalizadora de las drogas es, sin dudas, uno de los mayores despropósitos científicos y sociales de la historia de las sustancias psicoactivas. ¿Cómo es posible que una planta con una importante cantidad de beneficios, respetada y usada por el hombre desde tiempos inmemoriales se ha convertido en una droga satanizada por políticos y medios de comunicación, así como también temida por padres y educadores?
Con respecto a la industria textil, la cannabis no constituía una competencia para el algodón, pues, su recolección era mucho mas costosa y lenta, por no mencionar el proceso pestilente que provocaba. Sin embargo, fue George Schlichten en 1917 con la creación de la “decortizadora”,  máquina que permitía recolectar la cannabis de manera más eficiente, más rápida y sin la necesidad de efectuar el proceso de remojo en el que emanaba olores nauseabundos, que revolucionó el cultivo de marihuana. Los diarios no tardaron en titular: “El nuevo cultivo del billón de dólares”, lo que denominaron como una “oportunidad millonaria para granjeros americanos”.
Claramente, este revuelo suponía una fuerte amenaza para la industria del algodón, que muy bien relacionada con los sectores más influyentes de Norteamérica, supo cómo mover hilos para, en primer lugar, fomentar la imagen diabólica de la marihuana y, por otra parte, potenciar la publicación de leyes restrictivas con respecto a su consumo.








Hoy en día, gran parte de la sociedad afirma que detrás de este mercado hay una colosal red de lavado de dinero orquestada a partir de diferentes instituciones, en donde la conveniente o nociva naturaleza de un fenómeno ambiental o social se mide exclusivamente a partir de un criterio financiero. Resulta obvio que este gran mercado no debe molestar a los principales promotores de este sistema: corporaciones, gobiernos e instituciones religiosas, entre otros.
Ante todo este panorama, se nos presenta una balanza, en la cuál por un lado tenemos la cantidad inusitada de hechos y consecuencias como lo son el narcotráfico y los innumerables problemas que de éste negocio surgen, junto con los problemas ambientales que día a día aumentan. A su vez, se agregan a los detenidos que han sufrido penas en calabozos viviendo situaciones denigrantes y traumáticas, entre otra cantidad enorme de consecuencias que acarrea la prohibición. Sin embargo, posee mas peso y se le da mayor importancia al consumo de un fruto natural que no ha demostrado grandes dolencias, ni malestares y que en miles de años de existencia nunca se ha demostrado una sola causa de muerte derivada de su consumo, a diferencia de otras drogas legales como el alcohol y el tabaco, que es la causa de muerte evitable número uno del mundo.

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