jueves, 25 de octubre de 2012

Ser ciegos, sordos y mudos, una estrategia política que nunca falla


Este octubre parecería ser un mes de complicaciones para la cúpula política bonaerense. La designación por parte del gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, de la nueva ministra de Educación, Nora de Lucía, trajo consigo un manto de ajuste económico y salarial que hizo poner en un grito a los trabajadores estatales de la Provincia.

Si se habla de De Lucía, es imposible no olvidar de mencionar la vital pasada presencia como Subsecretaria de Política y Coordinación Económica del Ministerio de Economía bonaerense. Más allá de esto, el mandatario de la provincia con mayor cantidad de habitantes del suelo argentino, decidió colocar a una figura política arraigada a los “números” para administrar uno de los sectores más desprotegidos y apabullados de las últimas décadas. La renuncia de la ex ministra Silvina Gvirtz en agosto pasado habló por sí sola; el ajuste salarial en la Provincia comenzaría por el área encargada de la formación de los jóvenes argentinos.


Cuando los trabajadores ven abolidos sus derechos a un salario digno, y deben acostumbrarse a transitar condiciones laborales no optimizadas para que los pibes y pibas de la Provincia puedan ser alimentados en los comedores y aprendan en las escuelas, no les queda otra alternativa que utilizar la única herramienta que nunca se ha derribado desde el poder político enmascarado en la imagen de la democracia. Así, se llegó a la situación actual con la toma permanente de las instalaciones de la Dirección General de Cultura y Educación, ubicada en las calles 13 y 56 de La Plata.

Esta medida de fuerza de más de 2 mil trabajadores del Estado no fue suficiente para que los gobernantes provinciales se replantearan la obligación de hallar una solución a un legítimo reclamo que mantiene al sistema educativo estancado. El pedido de los docentes no sólo no fue escuchado a nivel provincial, sino que en el caso particular de los empleados de la sede de la cartera educativa de La Plata, el gobernador bonaerense ordenó desde que comenzó la semana del 25 de septiembre pasado, la permanencia de los efectivos policiales en las afueras del edificio e intentó presentar una orden de desalojo, que más tarde fue desmentida por el propio jefe del operativo ante la llegada inminente de diversos dirigentes gremiales.

A pesar de estos antecedentes, al día siguiente del intento de represión, la propia ministra de Educación, en declaraciones a la prensa, reafirmó que no habrá marcha atrás con la reducción del 10 por ciento de la canasta básica salarial que prevé recortes en los pagos de las horas extras y viáticos. Asimismo, denunció a los trabajadores de “violentos”, fundamentándolo con un hecho aislado que ocurrió luego de una de las reuniones maratónicas entre los delegados gremiales y los funcionarios, sin siquiera un tinte de positivismo.

La respuesta a estas acusaciones fue rápida y contundente. El pasado martes 2 de octubre, los empleados estatales nucleados en diferentes gremios como la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), la Unión Docente de la Provincia de Buenos Aires (UDOCBA), el Sindicato de Obreros y Empleados de la Educación y la Minoridad (SOEME) y la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud en la Provincia (CICOP), se manifestaron por las calles platenses hacia la Gobernación para exigir respuestas concretas de los funcionarios bonaerenses. La causa de tal manifestación quedó plasmada en el acto central comandado por el titular de ATE Provincia, Oscar De Isasi, quién remarcó que “contra el ajuste vamos a construir unidad y masividad porque es la única manera de combatir al principal enemigo, que es el poder económico y el poder político que lo representa”.

Un día más tarde, hicieron lo propio desde el Frente Gremial. El Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUTEBA) y la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB), marcharon hacia la Casa de la Provincia en la Capital Federal, con el mismo pedido de aumentos salariales y pagos atrasados a los servicios educativos. Las respuestas nunca llegarían. Esta continuidad de la contestación nula no sólo derriba las condiciones como ciudadanos de los trabajadores, sino que resalta la verdadera y oculta cara de los políticos provinciales, que saben que las cuentas no cierran a pesar de los acuerdos paritarios pautados a principio de año, y deben recortar los salarios del escalafón más inferior, frenando así el crecimiento en los sectores más golpeados por la crisis económica que atraviesa el territorio bonaerense como lo son la educación, la salud y el desarrollo social.

Lejos de acoplarse a esta “necesidad” de recortar gastos en el sector educativo provincial, la actual ministra Nora de Lucía -según datos publicados por el portal lapolíticaonline el pasado 23 de septiembre- destinó “700 mil pesos en mantenimiento de vehículos oficiales, 388 mil en pasajes, 6 millones en una consultora médica y hasta 22 mil en la refacción del baño de la residencia oficial”. Los datos fueron arrojados por la Subdirección de Tesorería de la Dirección de Educación y comprenden los consumos realizados sólo en los primeros dos meses de la abogada al frente de la cartera educativa.

El pasado mes de julio, miles de trabajadores del Estado también habían realizado una protesta frente a la Casa de Gobierno en oposición al pago desdoblado del aguinaldo. Ese reclamo, finalmente torcería el brazo del gobernador por implementar el desembolso en cuotas del pago anual complementario reflejado en la Ley de Contrato de Trabajo (artículo 121-123). A diferencia de esto, la segunda gran concurrencia de miles de estatales durante el corriente año al centro platense, poco influyó en la dirigencia política. El diálogo con los gremios permaneció fragmentado y los diversos sectores tercerizados para asistir a la educación pública -transportistas escolares, personal de seguridad e higiene, distribuidores alimentarios, etc.- también comenzaron una lucha que no hace más que agravar un problema que los funcionarios no quieren escuchar, el deterioro de la asistencia a los miles de chicos de la Provincia que durante el cierre del año escolar están atravesando la falta de insumos para acceder a la alimentación y la educación pública.

La lucha de los docentes continúa, y continuará como mañana será la de los trabajadores de la salud o cualquiera de los otros sectores públicos que deben convivir día a día con la falta de iniciativas políticas que recuerden la primordial función del poder político estatal, servir a la sociedad y generar nuevas vías de desarrollo.
Si en un momento, la lucha que los trabajadores desplegaron por las calles hizo retroceder al gobernador en la toma de decisiones que benefician a los sectores más enriquecidos de la Provincia (como las prepagas médicas privadas de los docentes), en la actualidad el grito de los empleados estatales fue respondido con la mejor arma que cuentan los gobernantes al poder: ser ciegos, sordos y mudos. No dar respuestas; sólo ver pasar a la gente que reclama un salario digno bajo una intensa lluvia de octubre, cerrar las cortinas del despacho gubernamental y brindarle una mano a los grupos monopólicos más concentrados del país, porque sin ellos, que sería de la vida de los mandatarios.

Y en el medio los otros, los trabajadores que dan funcionalidad a la Provincia pero que nuevamente deberán enfrentar al máximo poder y esperar, una vez más, que el grito sea más fuerte que la mano y la firma del aparato político establecido. Grito que corta calles, que se hace escuchar pero que se intenta tapar con medidas económicas acorde a las necesidades de un sector hegemónico enriquecido, que lejos de parecerse al de los peones estatales, gobierna, consume y se va.

educacion

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