martes, 16 de octubre de 2012

Fotografía de un Artista Político

otro viento


José Luis Mac Loughlin es un representante social del arte desmitificado. Instrumenta la realidad a través de la fotografía, cansado de esa concepción abstracta y distante de la realidad social que impera por los pasillos de Bellas Artes. Socializa su cámara para retratar los matices de la desigualdad, los rostros de los olvidados, esos lugares de dónde los políticos se mantienen distantes. Les da una identidad. 
Las fotografías no son más que un ejercicio de la libertad de expresión. Una herramienta para la protesta, sin cacerolas, sin ruidos. Él permite que las fotografías hablen por si solas. Y en esta entrevista habló y nos dejó hablar, nos escuchamos y aprendimos. Y junto con nosotros en la larga noche, además de los vinos y las cenizas desparramadas en la mesa, estuvieron Freud y Lacan, Cortázar y Borges, Bonanza y Chiquito –vecinos de La Bagliardi-. Todos juntos admirando. Todos juntos cuestionándonos. Todos juntos escuchando una imagen.




José, ¿Cómo arrancás a darle forma a este trabajo?
Empiezo a ir al Rìo de La Plata, y veo que este rio no era lo que fotografiaba, porque  lo peinaba, le sacaba las bolsas de plástico, o usaba el photoshop. Esperábamos que los pescadores sacaran peces y los dejen tirados ahí, como buscando que cometan el error. Hasta que una tarde hable con ellos y me contaron como cuidaban los árboles y la naturaleza, de los turistas que hacen fuego al costado de los troncos. Ese día le dejé la cámara a “Chiquito” (un kiosquero de La Bagliardi). Antes me había comido un regio surubí y un regio dorado que me había vendido una persona, que luego me enteré que se llamaba Bonanza. Sentí que en esos peces que comía estaba mi viejo, un tipo muy estructurado que quería escaparse de esa estructura y no podía. Y al mes, la cámara ya estaba en Villa Catella, en Puente de Fierro…

O sea que ese fue el puntapié para que te decidas a manifestar este tipo de arte…
Fueron como motores chiquitos. El segundo motor fue un remisero que me dijo “yo a esta villa no entro porque acá asesinaron a un compañero”. El tercer motor fue un taxista que dijo “a estos villeros hay que prenderlos fuego a todos”. Caminar, no sin estrés, por un lugar que puede ser inhóspito. Golpear las manos. Volver a ser el fotógrafo que fui alguna vez haciendo sociales que buscaba laburo por todos lados. Me motivó saber que no tenía que pelearme. Saber que los podía fotografiar y que se la iba a regalar y explicarle todo eso. Que quería rescatar la cultura del lugar.

Volvías más puro…
Claro, de repente me empecé a ver reflejado en un espejo. Que yo era ese tipo. Me llamó la atención cómo se paraban frente a la cámara, parecería que todavía sigue ese hombre antiguo parado frente al fotógrafo. Después pensé que era mi cámara lo que los llevaba a tomar determinada postura, porque yo hago como un gesto de reverencia para fotografiar. Me tengo que agachar, no los miro a los ojos. También pude entender que era un mito el tema del delincuente, del asesino como moneda corriente en la villa. Yo sabía que si alguno venía a buscar la cámara, yo le decía “tomá, acá la tenés” pero le pedía el rollo con fotos de su tía, su hermana, su prima, su vecino. Y ahí si, llévatela …

¿Y qué fue lo primero que vos sentís que lograste con dejarle la cámara a Chiquito?
Dos cosas pasaron: al sacarle la fotografía sentí que estaban emocionados, contentos en sentirse protagonistas, saber que estaban posando no para una cámara sino para un objeto, un sistema de obturación, de diafragma, que lo iba a proyectar en el futuro. Por otro lado, al darles la cámara de fotos, las primeras que vi, me hablaban de personas que tenían una psiquis, un alma, que eran perfectos estéticamente hablando.

Le iba a dar una impronta para siempre…
No solamente en ese momento tuvieron protagonismo, si no que mañana también lo tendrán. Para probar si era verdad la construcción que había hecho, de que además de ser protagonistas, eran grandes estetas,  se me dio por darle temperas y lápices . Y darle retratos de Rocambole, el dibujante de los Redondos, de Cristina Terzaghi, muralista muy importante de la ciudad,  y unos retratos míos. Y cuando encontré las primeras imágenes, era arte puro.

Un verdadero semillero de artistas
Tal cual. para poder explicar quien era yo, usé la analogía del DT de fútbol que va por los barrios diciendo “ese es un crack”, ahora no va a jugar en la primera de River, por yo ya lo voy a tener en cuenta.
Y vos vés que a través del arte se le puede dar una posibilidad de cambiar su realidad…
Es así. Yo tomé la idea de Cortazar, de que uno es un constructor de puentes,  pero necesitamos que un hombre lo cruce para que verdaderamente lo sea. Podrá ser muy lineal pero a mi  no me caben dudas, de que yo lo hago cuando  le muestro el facebook al Mono Cohen, al secretario de Cultura y  le digo “te presento a Jacki, una nena villera que te retrato”. Por el otro lado, la agarro a Jacki y le digo “acá te presento al Mono Cohen, Rocambole le dicen”. Y acá queda hecha una presentación, una innovación y el arte no es, si no innovo. Y ahora que Jacki exponga mañana en el Malba o que Rocambole cruce el puente, es un problema de ellos…

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Ahora bien, vos te encargaste de producir ese puente y dejaste la posibilidad de que ambos lo crucen. José, tomando en cuenta esto que vos decis, tenemos bien en claro que no sos un artista apolítico, como esos que quieren vender que el artista desde su concepción no tiene que interesarse en la realidad si no que debe abstraerse de la misma. ¿Vos te ves como un artista militante político?

Seguro. El artista en principio es un hombre, es decir, si una con su pincel esta pintando una mina que se parte en el auditorio de Bellas Artes, tiene que estar cachondo. No puede estar diciéndole a los alumnos que “este pubis es el triangulo sagrado…”. Todo eso es un filtro para que no se ponga cachondo. Si el artista no interviene con sus ambas sexualidades en la obra, el artista no es genuino. Y si no interviene con su naturaleza intrínseca, que es ser un animal político, entonces ese arte tampoco es genuino.  El arte es política y debe ser estéticamente revolucionario. Ahora, yo lo veo así.

¿Qué enseñanza te deja  a vos esta forma de concebir la fotografía? ¿En qué te hizo crecer?
Yo nací en una villa. Mi viejo consumía vino barato. Con el tiempo cuando fui ganando dinero, me fui aburguesando. Hasta hace un año atrás, fui un terrible burgués sea porque viaje en un jet, porque me emocioné cuando cantaron mi himno cuando gané una competencia internacional de fotografía, porque me sentí  resentido cuando volví y no había una bandera argentina en la calle.  Ahí me di cuenta que algo había que cambiar.  Algo estaba mal cuando vi a todos mis colegas fotografiando falcones verde y  a señoras envueltas con pañuelos blancos. A eso se le llamó arte comprometido. ¿Si no saco fotos a falcones verdes o pañuelos blancos no tengo compromiso social? ¿Qué  quiere decir arte de izquierda o de derecha? Si yo estoy haciendo arte, me estoy desnudando. Es decirle al público, esto escribo, esto canto, esto hago.

Sufriste un verdadero cambio estructural.
De repente sentí que me transformaba por primera vez en un verdadero artista político, sociológico, antropológico. Representaba mirarme y mirar al otro, escucharlo. Yo lo vi al otro y me gustó el otro, me vi con un espejo. Vi la fragmentación social, no se conocen entre los vecinos y ahora se conocen a través de las fotos. Vi algún delincuente al cual le cambié el arma por una cámara, esa arma que usaba para darle de comer a sus tres hijos. Ahora agarra la cámara y saca fotos. Me sirvió vivirlo, para convencerme que la redistribución de la democracia, no llega donde tiene que hacerlo.

Cuándo vos compartís este trabajo a ciertos funcionarios políticos, ¿Qué respuesta tenés?
Son autistas, yo no digo que el artista a veces no lo sea. Pero ellos no pueden entender. Creen que por poner una luz, hacer una veredita, o dar un colchón antes de las elecciones, agotan su trabajo. Ves una funcionaria que te dice “no pude llegar porque tuve un dolorcito de cadera” o te dice “ya estoy llegando eh” ¿Cómo ya estoy llegando? Yo creo que no lo pueden ver, o si lo ven se hacen los locos y es un gran negocio.

Conviene cerrar los ojos antes que tomar una acción positiva para modificar lo que está pasando.
Les tendría que mostrar las fotos que estuve sacando de los basurales. Antes de mi pelea con Bruera, fui al despacho y le dije “Mirá no soy buchón, viste que yo no muestro la pobreza, muestro la felicidad de la gente. Ahora, sacame la basura. Sacales la basura” y entonces el Secretario de Gobierno me dice “nosotros sacamos la basura todos los días , los vecinos la tiran ahí”.  Le muestro una foto con la fecha, demostrándole que hace tres meses que la basura sigue en el mismo lugar y no la juntaron nunca.  Luego te dicen que se les rompió el motor del camión que junta la basura ¿un solo camión tienen? Arreglan el camión y lo mandan para otra dirección.

Sin embargo, ante tanto desinterés de la clase política, privándolos de todas las necesidades básicas ¿Cómo sentís vos las relaciones entre los vecinos?
Lo escuché a Bonanza, que hace 5 años que vive con su mujer entre cuatro chapas en el litoral del río; y cada vez que le dice “no me das un mate, mi amor” y ella le dice “ tesoro” o palabras hablan así.  Siempre hay una cuestión afectiva. Percibí la libertad en los chiquitos que no les dicen “ponete las zapatillas, andá a hacer esto, andá a hacer lo otro”. Están mucho más libres. Como era yo en Arrecifes.  Me senté una vez a comer en su casa, me sirvieron un plato de comida y el Uvita; los pibes vinieron, terminaron de comer y se fueron. No hay una coerción innecesaria. Eso más o menos está reflejado en las fotos, que carecen de toda cuestión dogmática con respecto a las escuelas, que dicen que hay hacer las tomas de una manera o de la otra. Es cruda. Y es la realidad.

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