jueves, 30 de octubre de 2014

El polémico fin de los FinEs

Por dos motivos el Plan lanzado por el Ministerio de Desarrollo Social denominado FinEs (Finalización de los Estudios Secundarios) ha recibido alguna atención este último tiempo. Por un lado una entrevista publicada en Infobae a la investigadora del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS), Romina de Luca  y levantada por varios medios nacionales, sobre todo opositores al gobierno aprovechando la coyuntura pre electoral, donde se sostiene que el plan es un método para “asegurar analfabetos funcionales al sistema”.

Por el otro, el hecho concreto de que los docentes empleados en el plan suelen tener serios problemas para efectivizar el cobro de sus magros sueldos cuatrimestrales y ya comienzan a organizarse para hacer respetar sus derechos laborales.

Si se analiza la cuestión en detalle se verá que es necesario determinar algo con precisión ¿Hay siquiera una intención oculta o en verdad se trata de la más plana ineficiencia e improvisación?




Definición y objetivo del Plan

El plan FinEs nació como una propuesta del gobierno kirchnerista para paliar la deserción escolar (y los altos porcentajes de repitencia) que desde la llamada época neoliberal no muestra indicios de recupero. La primera etapa del Plan, lanzada en el 2008, se orientaba a la población adulta (mayores de 18) que adeudara algunas materias del último año del secundario y buscaba facilitar la culminación de los estudios a aquellos que se vieran desalentados por la perspectiva de cumplir con las obligaciones de la vida adulta y sostener los estudios a la par.

Este fue el caso del actor Leonardo Sbaraglia, citado orgullosamente por el ministro de educación Sileoni a la hora de contestar a las acusaciones que se lanzaron al plan por otorgar “titulaciones express”. Sbaraglia debía química y su apretadísima agenda no le permitía sentarse un rato a terminar de aprehender la tabla periódica de los elementos. Este primer tramo del plan graduó a cientos de miles de adultos.

Ahora bien, como afirmara el miembro del CEICS y director de un bachillerato de adultos en CABA Eduardo Sartelli: si el plan sólo existe para facilitar a los que debían algunas materias la culminación de sus estudios debemos, primero, abandonar la idea de que se trata de una especie de revolución educativa, es sólo un medio más para que cierta población parcialmente escolarizada alcance su título; segundo, preguntarnos si un Plan así era efectivamente necesario.

Pero el mayor problema nace a partir de la implementación del segundo tramo del Plan, el llamado FinEs 2 lanzado en 2010. Esta etapa ya significa la institución de una escuela secundaria paralela a la escuela tradicional y es el foco de todas las críticas. Sucintamente este plan consiste en la realización completa de la formación secundariaen un período de seis cuatrimestres en los que el alumno debe asistir dos veces por semana cuatro horas por día a una escuela-sede para recibir una currícula recortada (alrededor de seis o siete materias por cuatrimestre).

Allí varios profesores por materia designados, bajo las más diversas circunstancias dependiendo de quiénes administren el Plan en cada distrito, deben asegurar el derecho constitucional a la educación, bajo las condiciones que encuentren y por un salario inferior al percibido en la secundaria tradicional, sin los beneficios de cobrar mensualmente (La Plata), sin poder calificar para subir puntos en listado, sin reconocimiento de ese trabajo como antigüedad docente, entre otros aspectos que violan abiertamente el Estatuto del Docente. 

Criticas,  ¿aciertos? Números.

Las críticas al funcionamiento efectivo del Plan son muchas: condiciones de trabajo precarizadas, currícula recortada, facilidades en tiempos de estudio y en el tipo de las evaluaciones etc. Sin embargo, tal vez el hachazo haya que dárselo a la base del tronco, no a sus ramas ¿En un país que históricamente se ha caracterizado en la región -y alguna vez en el mundo- por sus índices de alfabetización y estructura educativa, un plan así es realmente necesario?

El sistema educativo argentino dispone ya de dos variantes para los mayores de edad interesados en terminar sus estudios: una extensa red de Bachilleratos para Adultos, y losCENS, fundados en 1974 por la Dirección Nacional de Educación de Adultos y que funcionan en cientos de escuelas públicas del país.
 Estos centros fueron creados precisamente para que los mayores de 18 puedan terminar sus estudios secundarios. ¿En qué radica su deficiencia, que ahora el mismo Estado reconoce la necesidad de crear toda una red de escuelas-sedes a lo largo y ancho de la patria? ¿Rebalsaron los Bachilleratos nocturnos y los CENS de alumnos y la infraestructura escolar no da abasto?

La respuesta a esto se da en números. Primero, en los números referidos al tiempo efectivo de estudio: la culminación actual del secundario en un CENS al día de la fecha implica una asistencia de cinco días a la semana, cinco horas por día, durante tres años. A este régimen el FinEs 2 le opone una gran tentación: el mismo título, dos veces por semana, cuatro horas por día, la mitad de materias.

Sólo el masoquista optaría por el primer camino. No obstante, afinemos el lápiz. No se trata solamente de fomentar la molicie y la vagancia, puesel Plan ofrece seguir estudiando a una población que en su mayor parte se pasa todo el resto del día trabajando para llegar a fin de mes.

Los alumnos varían según sedes y zonas, pero es de lo más común encontrar albañiles, empleadas domésticas precarizadas, taxistas, desocupados que viven de la changa diaria o se sostienen a través de la red de asistencia social del gobierno. Alumnos que paran el taxi en la puerta de la escuela para atender a clase, mecánicos que llegan con las manos engrasadas, enfermeras que terminan su turno noche a las 6 am para entrar a cursar a las 8, madres  amamantando a su hijo recién nacido mientras intentan retener en la memoria algo de lo que está diciendo el docente.

En segundo lugar debemos atender a los números que le importan a la clase política: las estadísticas. "En 2003  -dice Mariano Narodowski, especialista en política educativa y autor estudiado en la formación pedagógica universitaria- comienza una caída en picada del número de estudiantes que efectivamente terminan el secundario. Entre 2003 y 2011 la caída fue de 12%, lo que habla de problemas de exclusión de adolescentes, sobre todo de los más pobres, y de calidad educativa. Pero en 2012 (último dato oficial) las cifras pegan un salto llamativo y se recuperan en un solo año, subiendo 15% el número de graduados de escuelas medias". 

La explicación, aclara Narodowski: "no es un mejoramiento sorpresivo de la escuela ni la inclusión de adolescentes pobres ni un nuevo logro de la política educativa: se trata del Plan FinEs que, con sus graduados, encubre el brutal déficit de la escuela secundaria". Y cita el "revelador" caso del conurbano bonaerense, donde, entre 2003 y 2011, sus graduados secundarios se habían desplomado un 22%, pero sólo en 2012 crecieron el 17%. "Las cifras de abandono y no graduación ahora se confunden con las de los graduados por FinEs", afirma.

Lo que toques y lo que veas, es todo lo que tu vida será.

Retomando el título de la tesis de Romina De Luca, la década K en educación es una década perdida. En relación al período neoliberal –cuyo fin efectivo es cada vez más fácil poner en duda- la política educativa kirchnerista (si es que existe algo con ese nombre, por lo menos en el nivel secundario) se muestra en solución de continuidad. El Plan FinEs puede estar plagado de excelentes docentes, educadores populares, militantes comprometidos, pero en el balance quizás sea más perjudicial que beneficioso para aquellos sujetos a los que pretende “incluir”.

El concepto de inclusión se vuelve central en el debate respecto del plan. Cualquier docente que haga la experiencia de participar (mejor dicho de trabajar) allí, sobre todo en las sedes más alejadas del casco urbano y necesariamente por ello las más humildes, no podrá más que darse de bruces con los hechos. Sileoni empleó en su retórica el recurso a la autoridad citando al educador popular Paulo Freire, afirmando que con el Plan el Estado nacional “va a la gente”, se acerca a educar al pueblo, como si eso implicara un estado comprometido con la educación.

Tal idea puede seducir al militante en busca de una construcción de base, pero pensemos ¿cuál es la presencia efectiva del estado en una sede barrial? No más que un docente recibido o en formación, designado en “actos públicos” que funcionan sospechosamente por fuera del sistema oficial (la Secretaría de Asuntos Docentes), cuyo salario nadie es capaz de revelarle y que con suerte cobrará –muchas veces en cuotas que no se llevan bien con la inflación- dos o tres meses luego de finalizado su cuatrimestre de servicio.

 Además, el transporte corre enteramente a su cuenta realizando a veces viajes de una duración similar al tiempo de clase dictado, un mobiliario que oscila entre pupitres, pizarras, fibrones, escritorio para el profesor a cuatro chapas remachadas, piso de tierra y tablones domingueros (consideraciones referidas a ART mejor dejémoslas de lado).

Además, la presencia del gobierno, no del Estado, en la figura de un “referente”, militante camporista que- contrario a lo que se opina generalmente- la mayoría de las veces parece poco comprometido con la causa, apenas preparado para su rol de coordinador, muchas veces ayudando a confundir entre los alumnos los derechos constitucionales con la propaganda política.     

Este método pedagógico presentado como progresista puede tener algún efecto beneficioso (es claro que si no fuera porque las sedes están en los barrios y en las villas, muchos alumnos no completarían su trayecto de formación mínimo), sin embargo el árbol no puede tapar el bosque, y como dijera nuestra mandataria en su momento “no se puede tapar el sol con las manos”, esta manera de educar hace que el Estado se desentienda casi por completo de financiar el sistema educativo como corresponde.

En conclusión, el plan FinEs 2 no es más que eso: un plan, como el Progresar, como la asignación universal u otros. No es una política de estado, no es una solución estructural. Sí es una formidable herramienta de propaganda y aire caliente, para fines de 2015 el Plan habrá graduado cientos de miles de adolescentes más.
Mientras tanto, docentes y alumnos por igual ven por televisión los debates referidos al pago a los fondos buitre, “la voluntad de pago de la Argentina”; ven inventarse un organismo para concretar transferencias por miles de millones de pesos.

A la par, los docentes deben esperar pacientemente el día en que alguien se digne a pagarles lo que les deben, los alumnos contentarse con hospitales desbordados, mal equipados, escuelas llenas de humedad, sin calefacción o pupitres, precios de productos de primera necesidad totalmente absurdos.


El plan FinEs sólo corrobora lo que a esta altura de la historia no es ningún secreto: la escuela no es el campo de batalla para acabar con la marginalidad y la explotación, es más bien la radiografía exacta de las clases en pugna, el laboratorio donde se constatan las consecuencias de seguir manteniendo estructuras sociales esencialmente injustas.


Por Álvaro Fuente.

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