La dialéctica del amo y del esclavo desde una perspectiva de género.
“¿Qué es una mujer?”. Con este interrogante comienza
Simone De Beauvoir su libro El segundo sexo. Aunque resulte una pregunta absurda,
su formulación no se remonta a tiempos muy antiguos. Por el contrario,
fue a raíz de la búsqueda de la reivindicación del rol de la mujer en la
sociedad, cuando se empiezan a plantear estas
problemáticas.
Según Aristóteles:
“La mujer es mujer en virtud de cierta
falta de cualidades, y debemos considerar el carácter de las mujeres como adolescente de una imperfección natural”. De este fragmento podemos afirmar dos cosas: Por
un lado, la mujer aparece como sujeto incompleto, sin serle reconocidas
características distintivas propias ni aún biológicas, por tratarse de una mera
imperfección (características en las que se basarán otras posturas para afirmar
que la mujer es sólo una matriz). Por el otro, la mujer aparece como lo“negativo”,
ya que, como afirma De Beauvoir,“toda
determinación le es imputada como limitación sin reciprocidad”.
Ahora bien, ¿qué
pasa con el hombre? De Beauvoir remarca que mientras el varón se piensa sin la
mujer, ésta es y se diferencia en relación con el hombre. Se puede decir
entonces que el papel del hombre no sólo establece lo “positivo” sino además lo
“neutro”, lo esencial, lo absoluto. Avanzando un poco más, ¿Cuáles fueron los
motivos que decretaron la historia de la mujer es su rol de “complemento
incompleto”? La autora se remonta a la teoría Hegeliana de la Dialéctica del
amo y el esclavo para responderlo.
En dicha
dialéctica, Hegel plantea un escenario hipotético donde dos hombres se
encuentran por primera vez en un contexto originario. Este encuentro se traduce
en un enfrentamiento donde el primer instinto de ambos será someter al otro en
una lucha a muerte. El motivo de la lucha es el reconocimiento del otro, un reconocimiento
humanizante(propio del ser humano) que va a establecer los roles de cada uno.El
“vencedor” será el amo que elige arriesgar su vida por someter al esclavo. El
esclavo, por su parte,perderá la posibilidad de ser reconocido por elegir
conservar su vida (propio de los animales).
La analogía que retoma De Beauvoir es bastante clara: el
hombre considerado como parámetro estándar de lo correcto, domina a la mujer en
una relación esclavizante, en la cual estipula sus hábitos, obligaciones,
intereses y comportamientos.
El papel que les
fue otorgado históricamente a las mujeres es bastante visible tanto en el
pasado como en la actualidad; han tenidoque dar lucha ante cuestiones que al
hombre se le fueron otorgadas“naturalmente”.Por ejemplo en el desarrollo
intelectual (con el acceso a la educación), la participación política (con el
derecho al voto), el desarrollo físico (estableciendo ciertos deportes como
actividades masculinas, o labores domésticas que requieran fuerza física), entre
otras.
En la actualidad, si bien esta situación se ha revertido en muchos aspectos, pueden verse infinidad de secuelas que siguen instauradas en la sociedad, y que son naturalizadas hasta por las propias mujeres. Claros ejemplos son los que se dan dentro de los hogares; cuando el hombre ocioso llega a su casa después de trabajar, mientras que la mujer no sólo trabaja, sino que además lleva a delante la tarea del hogar, y en muchos casos, cuando el hombre asume dichas tareas, se las considera como una “colaboración”.
Esta mujer trabajadora del hogar cumple una función
económica esencial, que no es considerado como tal en la sociedad. “Reconstituye una cuota sustancial del
trabajo del hombre al transformar materias primas en alimento y ropas, además
de tener a cargo el cuidado de los hijos y el hogar. Es un trabajo encubierto,
trabajo ‘en negro’ por excelencia, sin consideración social “, establece la
activista del Partido Comunista, Fanny Edelman.
En el plano
laboral, la desigualdad aún hoy continúa. Existen datos concretos que hablan
por sí solos. Según el periodista especializado en temas gremiales, Jorge
Duarte, entre las mujeres que trabajan sólo el 2,7% llega a cargos directivos;
la brecha que existe entre los salarios de mujeres y varones asciende un 24,8%,
es decir, que por la misma labor una mujer recibe 24,8% menos que el varón; las
mujeres tienen trabajos más precarizados, entre otras cosas.
Si bien esta
dialéctica le resulta apropiada a De Beauvoir para esclarecer el lugar que
ocupa la mujer en la sociedad, no resultaría aplicable en su totalidad ya que
la teoría de Hegel posee diferencias en
su resolución. Con ello se refiere a que la dialéctica hegeliana resuelve la
humanización invirtiendo los roles: el amo consume lo que el esclavo produce,
volviéndose ocioso, deshumanizándose. Por otro lado, no puede ser reconocido
por el esclavo ya que éste no es considerado como un igual. El esclavo por el
contrario va formando la cultura al trabajar con el capital, humanizándose.
Resulta interesante, además, señalar que con El segundo sexo, De Beauvoir sienta las bases para el "feminismo de la igualdad”, movimiento
que tiene como objetivo la equivalencia de derechos entre mujeres y varones. Este
es otro aspecto en el que difieren las teorías: mientras la lucha feminista es
por la igualdad, la dialéctica de Hegel plantea una resolución asimétrica entre
los dos sujetos; el amo se deshumaniza por su estado pasivo, mientras el
esclavo maneja la cultura del trabajo humanizándose. La búsqueda de De Beauvoir
se basa en un estado de igualdad, donde no haya amxs ni esclavxs, y donde todxs
puedan marcar aportes en el paso de la historia.
Se propone revertir las opciones
tanto desde el hombre “amo”; teniendo iniciativas de cambio, de salir muchas
veces de su rol ocioso, porque esta postura algunas veces también lo
perjudica; y desde la mujer “esclava”
desnaturalizando las costumbres para llegar a un estado de transformación y de
igualdad donde la dialéctica sea superada, no iniciada nuevamente, y ya no
haya ni amxs ni esclavxs.
Por Manuela Bolla, Guillermina Aguirre y Paula Calgaro.
ILUSTRACIÓN: Giya Zabalza
No hay comentarios:
Publicar un comentario