Votamos luchar
Y con esto no estamos negando la importancia de la
participación electoral. Es más, desde
nuestro lugar y con nuestra limitación, por ser una publicación mensual, hemos
abordado diferentes cuestiones que hacen a las elecciones: desde análisis sobre
los distintos armados, hasta extensas entrevistas con los principales
referentes de las organizaciones del campo popular que han buscado un escaño
para representar los intereses de la gran masa trabajadora, tanta veces
olvidada en la agenda legislativa.
Hoy es noviembre, y los resultados nos arrojan que por
primera vez, el trotskismo tendrá representantes en el Congreso. Y serán por lo
menos tres. Hay que agregar, que logró meter varios más en las diferentes
Legislaturas Provinciales, y en algunos Concejos Deliberantes. No quedan dudas
de que esto es un avance para la clase, y que los representantes del Frente de
Izquierda y los Trabajadores tienen un mandato histórico: la obligación que desde
esos pomposos sillones se escuche el grito de millones de laburantes, que
retumbe y se haga eco en las paredes del Congreso.
Sin embargo, elegimos ponernos en una posición incómoda y
volvemos a poner en debate a la democracia representativa. En este momento, en
el cual goza de una notable legitimidad, seríamos cómplices si no alzamos la
voz para seguir denunciando que este método de representación es uno de los más
efectivos medios que tiene la burguesía para seguir mandando impiadosamente
sobre nosotros.
El tan arraigado precepto constitucional de que “el pueblo
no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”, no hace más que
alimentar el mito de que hay una casta preparada (y con posibilidades
económicas, principalmente) para gobernar y otra clase, que debe obedecer (principalmente
por sus limitaciones económicas). Y obedecer significa acatar las decisiones
que toman los de arriba, hasta que en un determinado momento rebalsa la olla y
el pueblo hace uso de sus medios. Corte de ruta, huelga, y toma. Los mejores,
los únicos, los métodos piqueteros.
Pero esta clase también quiere decidir qué hacer, además de
resistir frente a lo que otros hacen. Y este pueblo, con sed de ser dueño de su
futuro, ya no puede esperar milagros legislativos. Esa posibilidad de
autodeterminación que tenemos, no viene de la mano de una reforma
constitucional. O sí, pero no por ahora. La creación de canales de participación popular, la
organización en comunas de las diferentes ciudades, pueden surgir de leyes
sancionadas en el Congreso. Claro está que con los Partidos gobernantes, esto
no está ni cerca de pasar.
Y ahí es donde tenemos que empezar a jugar nosotros, todos los que creemos que la democracia, es la democracia
participativa. Debemos llevar el mensaje y mostrar como una opción fehaciente,
que el pueblo organizado es mucho más fuerte
que unos pocos monigotes que tienen mucha guita y poca decencia. Que si
hoy en día está tan aceptado el citado artículo 22 de la Constitución Nacional,
es porque durante cientos de años nos han querido convencer de que las cosas son
así. Pero no. ¡Las cosas NO son así, ESTÁN así y las vamos a cambiar!
Entonces nosotros, los millones de trabajadores
precarizados, los miles de estudiantes que resisten a la aplicación neo-liberal
de la LES, las organizaciones sociales que luchan por evitar el saqueo de los
recursos naturales, este conjunto de desamparados que no tiene ni tiempo ni
miedo es el que debe llevar el estandarte de la democracia participativa. Para
que todos los que están en el Congreso sepan, que el pueblo quiere mandar y el
gobierno debe obedecer.
ILUSTRACIÓN: Martín Zinclair
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