"La
verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,
ha tomado la inteligente resolución de volverse loca"
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,
ha tomado la inteligente resolución de volverse loca"
Heinrich Heine
¿Quién está
loco para esta sociedad muchas veces excluyente y represora? Es el que está fuera de lugar, el que no
sirve, el diferente, el que no se
entiende. Y entonces, da miedo.
¿Y qué trato merece entonces el que es
diferente a lo “normal”? La sociedad responde: el encierro es la mejor
solución. El destino que la sociedad propone para el loco es el manicomio.
Entonces, se supone que dicha persona,
en una sala cerrada y apartada del resto de la sociedad, luego
de llevarse a cabo acciones terapéuticas y farmacológicas sobre él, logrará convertirse en una persona normal y
así volver a insertarse.
Ahora
bien, ¿cuán valido es este planteo? Ya es hora de repensar varias cuestiones en
torno a la locura. Evidentemente se deja de lado que detrás de esta enfermedad,
hay una persona que vive en carne propia la exclusión, la medicalización y el
encierro. Es necesario un cambio de perspectiva, un giro para el lado
humanitario.
Históricamente, las prácticas sociales y
políticas que el catalogado como loco ha
sufrido han sido descalificadoras, ubicándolo como objeto molesto que no da
ningún beneficio a la sociedad, y jamás proponiendo una verdadera integración
de éste a la comunidad. Es que esta integración, conllevaría a una acción
social más grande aun, donde la locura y la normalidad deberían ser
redefinidas, poniendo así en debate la relación entre individuo-sociedad. Claro
está, que este tipo de accionar es fácil de pensar, pero muy difícil de llevar
a la práctica, sobre todo en una sociedad donde la locura
sigue rodeada de tabúes y sigue siendo dramatizada.
Sin embargo, “a mediados
del siglo pasado se comenzaron a producir, en diversos puntos del mundo, formas
distintas de entender la locura y el modo de abordarla. Al movimiento que
cuestiona los fundamentos y efectividad del manicomio se lo conoce como
desmanicomialización”[1]. Hoy en día
existen espacios que forman parte de este movimiento, como por ejemplo la
Sala G del Hospital Melchor Romero de la ciudad de La Plata que lucha por los
derechos de las personas internadas.
Pero es necesario recalcar que desde la mirada política, hasta el año
2010 no habían herramientas legales y políticas que respalden esta lucha, dificultando la tarea
de estos espacios. Es en el 2010, después de muchos años de batalla de dichos
espacios, que se promulga la Ley Nacional de Salud Mental
(Ley Nº 26.657).
¿Qué es
la nueva Ley de Salud Mental?
La nueva Ley propone un cambio de
paradigma. Para empezar, la idea de salud
mental toma un giro radical: aquí será tomada como un proceso determinado por
componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos,
cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social
vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.
Dicho proceso, vale recalcar, refiere al movimiento y al cambio constante.
La modalidad de abordaje propuesta consiste
en la construcción de la Red
de Servicios con base en la comunidad,
que implica una nueva manera de gestión de la demanda en el seno de la
comunidad. Se vislumbra con claridad que ahora el modelo a seguir es el de la Salud mental Comunitaria integradora de
diversas disciplinas, el saber de la comunidad, el del propio usuario, entre
otros, como el trabajo solidario, participativo e intersectorial. Así entonces,
habrá control social y elaboración de
planes en relación a lo comunitario y también la misma comunidad incidirá en el
debate sobre los proyectos de salud.
Es necesario entender que la salud no es
una cuestión médica y que lo determinante de la
enfermedad está en relación a lo
comunitario social. Siguiendo esta
línea, resulta necesario contar con una comunidad consciente de la exclusión
que se ejerce sobre las personas con
algún padecimiento. Es decir que se conozca la función que tiene en esta situación. Así entonces, sólo participando activamente
en la transformación, es que se podrá lograr una inclusión y reinserción
comunitaria real.
El objetivo es poner el acento en que la
nueva ley significa un cambio de perspectiva sobre la salud. Esta ley es renovación ¿Y eso por qué? Porque
rompe con el modelo médico hegemónico, proponiendo un abordaje a través de un
equipo interdisciplinario, o sea equipos compuestos por profesionales,
técnicos y otros trabajadores capacitados de distintas disciplinas que trabajan
en conjunto con un mismo objetivo que es el bienestar de la persona a partir de
un tratamiento digno. Hay que mencionar que además se orientará al
reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales y que se busca la
singularidad de cada sujeto.
Luego de dos años de espera, y de retrasos,
finalmente se aprobó el Decreto Reglamentario, a partir de lo cual se abre una
nueva coyuntura.
El paso
que falta: Implementación
Para poder pensar una implementación plena
de la nueva ley, es necesario considerar las problemáticas del manicomio como
problemáticas de índole social. De esta forma cuando se piensa la
implementación en la práctica de la ley, se habla de un trabajo que posea
íntima relación con la comunidad en la que viven todas las personas. La mejor
inclusión del individuo se debe dar a partir de una nueva relación entre él y
la comunidad que lo alberga, que lo incluye y que le permite romper con el
encierro. Es esencial considerar que esta nueva relación es la que se debe
gestar.
En este marco, en La Plata se dio el Pre-Encuentro
en Prácticas de Salud Comunitaria, donde se empezó a discutir, con los
objetivos puestos en el Encuentro Nacional que será en Noviembre, cuál es la
mejor manera de abordar la inclusión de la comunidad en base a los artículos
que ya fueron reglamentados.
En el caso del Art. 31 (Capítulo V) la ley
explica que se debe implementar un Plan Nacional de Salud Mental acorde a los
principios que se discutan con la
Autoridad de Aplicación (Ministerio de Salud). Uno de los objetivos de estos encuentros
es comenzar a discutir las bases del Plan, para que este haga uso de
herramientas comunitarias, ya que se debe gestar en torno a la relación del
individuo con la sociedad, y la contención que el Estado debe garantizar para
la re-inserción del mismo, entre otras cosas.
Pero uno de las cuestiones por las cuales
la reglamentación abre interrogantes en relación a una plena implementación de la Ley , recae en el Art. 32 de la
misma. En este artículo se plantean los recursos económicos que propondrá el
Estado para las partidas presupuestarias destinadas a la salud mental. Este artículo aún no ha sido reglamentado,
y aquí es donde uno debe preguntarse, si es que verdaderamente están dadas las
condiciones desde las políticas económicas para una inversión en el campo de la
salud. Este último artículo sin reglamentar deja muchas dudas acerca de la
implementación plena que el Estado Nacional realizara.
Son los espacios que piensan en la integración del individuo y
pugnan por la desmanicomialización los que llevaran este proceso adelante,
sobre todo en lo que refiere a las prácticas dentro del manicomio.
La
plena implementación debe estar basada en una perspectiva diferente a la que se
tiene en la actualidad sobre la persona excluida. Solo así se podrá gestar una
nueva relación con la comunidad. En consonancia con
esta idea, hay que dar lugar a las palabras de
Franco Basaglia quien proponía
poner “la enfermedad entre
paréntesis” ya que que debe entenderse a
los sujetos en su experiencia, visualizarlos, pensarlos como personas activas.
Así, lo que se encontrará en el sujeto será su singularidad, su vida cotidiana,
sus proyectos, su pasado, sus gustos, sus deseos.
[1] Nota: “Desmanicomialización, una lucha por la
salud”. Revista Otro Viento – Nº
Junio
ILUSTRACIÓN: Giya Zabalza
Textos: Inés Sierra y Augusto Andrés
ILUSTRACIÓN: Giya Zabalza
Textos: Inés Sierra y Augusto Andrés
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