“La función del arte en la
sociedad es edificar, reconstruirnos cuando estamos en peligro de derrumbe.”
Sigmund Freud
Músicos,
bailarines, dramaturgos, artistas y el propio público que asistió a ver un
concierto de música clásica, se toman de las manos, abrazan el Teatro Argentino
de la ciudad de La Plata y aplauden con ganas, como minutos después lo van a
hacer cuando uno de los músicos desde el escenario le comunique al auditorio el
deterioro y vaciamiento sistemático por el que está pasando el organismo
cultural más importante de la provincia de Buenos Aires.
El escrito
dice: "Seguimos sin presupuesto para este año y sin programación adecuada
para un Teatro Lírico con producción propia que abarque a todos los cuerpos y
secciones. A nuestros compañeros contratados, se les adeudan meses de sueldo de
este año y en algunos casos, sueldos del año pasado. Las condiciones de
seguridad e higiene siguen siendo paupérrimas y ponen en alto riesgo tanto a
los trabajadores, como también al público presente que hoy nos visita. El
impresionante abandono del tercer y cuarto subsuelo, que incluye los talleres y
la Sala de Prosa, sólo es comparable al inconcebible deterioro de nuestro
Teatro Martín Fierro en el Bosque, el cual se encuentra bajo la responsabilidad
de las mismas autoridades provinciales". Con carteles pegados en el
escenario que dicen "La sala está llena pero nuestros bolsillos vacíos.
Los contratados no cobran" o "Basta de contratos basura", se da
inicio a la función.
El conflicto desde abajo
Hace tiempo
que éste tipo de manifestaciones son moneda corriente cuando hay un concierto,
un ballet o una ópera, porque los artistas se unieron en un mismo reclamo, un
deseo en común y un mismo objetivo: recuperar las condiciones laborales dignas,
acabar con el trabajo en negro y recuperar un presupuesto que hoy en día la
administración les niega. Sus palabras más escuchadas son “queremos volver a
hacer lo que nos gusta, disfrutamos de eso y trabajamos para ello”.
Los
trabajadores del Teatro están en asamblea permanente porque el bajo presupuesto
que la provincia les destina, imposibilita una programación constante y de
calidad, sumada a que hay un 30 por ciento de los cargos ocupados por personal
contratado al que se le adeudan varios meses. Este porcentaje aumenta a medida
que se jubilan los artistas, porque las vacantes no son renovadas y los
contratados crecen, mientras disminuye la estabilidad laboral.
El conflicto del Teatro Argentino no
está ajeno a la situación financiera que vive la provincia de Buenos Aires en
los últimos tiempos. Éste se desata hace un año cuando se pospone el pago del
aguinaldo en la administración pública, lo que deja en evidencia una gestión
fundida que no puede tener a sus empleados en condiciones legales y dignas.
La situación
empeora a los pocos meses ya que se produce una baja salarial con el pretexto
de los directivos de que "no hay plata para la provincia". Es así
como los trabajadores deciden reunirse en asamblea a principio de 2013 para
hacer frente a las irregularidades que sufren. Sobre todo, porque en este año
se dio la inédita situación de no comenzar la temporada con una programación
definida siendo mayoría las funciones privadas respecto de las del cuerpo
estable, y no lograr que se cierre el presupuesto anual con que el teatro debe
contar.
Éste hecho
permite sacar unas primeras conclusiones que, lamentablemente, convergen en el
llamado vaciamiento cultural. No es casualidad que mientras desciende la cifra
de trabajadores estables, aumenten los espectáculos de artistas famosos presupuestados
en miles de dólares que no se saben en qué manos caen.
A partir de
ese momento, se propuso una asamblea semanal integrada por los artistas y
también por los principales sindicatos que los representan: ATE, UPCN y el
Sindicato de Músicos. Entre ellos se definió llevar a cabo protestas que
consistan en exposiciones artísticas en la calle o en la puerta del teatro,
como herramienta para comunicar lo que sucede en el interior de la entidad
cultural.
En algunas
ocasiones, los trabajadores se movilizaron a la calle para que la protesta
tomara mayores dimensiones, pero siempre con cierta reticencia de vincularse
con los gremios. Rubén Molinari, delegado del Sindicato de Músicos nos contó
que “en las manifestaciones lo primero que hacemos es mirar quién está
alrededor para que no nos pongan la bandera de nadie”. Así se reflejan las
principales diferencias entre los propios sindicatos del Teatro, ya que algunos
tienen una relación más cercana con los puestos administrativos de la gestión y
esto afecta directamente a los debates que se gestan porque en muchas ocasiones
se abren espacios de discusión, pero no se llega a ninguna resolución en
concreto.
Burocratizar para regular
En el año
2003 el Ministerio de Educación y Cultura creó, bajo la Ley N° 13.056, el Instituto
Cultural de la Provincia de Buenos Aires concentrando en este organismo
bibliotecas, museos y teatros estatales (entre los que se encuentran el teatro
de Mar del Plata, Bahía Blanca y el de La Plata). La función de esta entidad
presidida por Jorge Telerman, es hacer de mediador entre la provincia y cada
institución cultural administrando el presupuesto destinado a cada una de ellas
y burocratizando la comunicación entre las autoridades y los trabajadores.
Molinari
declaró que los intentos de establecer diálogo con las autoridades se vieron
siempre frustrados: "Nunca pudimos
hablar con los directivos. Estamos pidiendo que se haga una interpelación a
Telerman de por qué sigue siendo el presidente del Instituto. Puso unos 16
millones de pesos en los eventos de verano en el Tigre y Mar del Plata y además
le quería poner plata a los teatros privados. Esa cifra es el 70 por ciento del
presupuesto del teatro, sin sueldos, sólo de producción”.
Antiguamente
el Teatro dependía de la Dirección de Cultura y Educación, teniendo una
autonomía propia respecto a su financiamiento, sabiendo en qué se gastaba y
cuáles eran los montos de plata de los que disponía. Es así, que desde el
surgimiento del Instituto Cultural, el Teatro Argentino es utilizado como medio
para desviar los fondos que deberían invertirse en él pero se hace en
beneficios partidarios. De esta forma, no parecería sorpresivo que las
intensiones de trasfondo del Instituto apunten a traer cada vez más funciones
privadas al Teatro.
En relación
a esto, Molinari opina: "Queremos
que el teatro tenga un presupuesto
porque queremos controlar lo que gastan. El año pasado una ópera costó 5
millones de pesos y si se lo pasa a dólares,
para comparar con otros lugares del mundo, es una barbaridad. Acá en Argentina
no se puede gastar un millón de dólares en una ópera".
Pero los
problemas no sólo son en el ámbito laboral. Éstos se extienden también a la
producción propia que históricamente caracterizó al Teatro. Hay un equipo técnico
y de artistas como escultores, pintores, escenógrafos que quedó paralizado por
que no tienen qué producir ya que la gestión actual optó por importar
materiales e infraestructura muy costosas. A su vez, el deterioro se profundiza
porque ya no hay ropería y escenografías en el teatro, la orquesta está
diezmada -sólo hay 75 empleados estables y el resto contratados- y la llamada sala de escenario (los
acomodadores) trabajan en negro y si se levantan las funciones no se les paga.
“El teatro se quema por dentro”
Por su
parte, Molinari concluye con el pedido de los trabajadores: “Para nosotros la única forma es ir a
Diputados y a la Justicia y que hagan una auditoría al Teatro y una
interpelación a Telerman para ver dónde está la plata de la temporada y por qué
se arman direcciones paralelas al teatro. Si el presupuesto estaba, ¿por qué no
aparece?”. Mientras tanto, el Instituto Cultural deja al descubierto una
clara intención por parte de la provincia de crear un ente para regular a gusto
y piacere los intereses políticos en la administración pública, en este caso en
el patrimonio cultural. La lógica sistemática de vaciamiento cultural es una
realidad y los trabajadores del teatro están luchando para que esto se
regularice de alguna manera.
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